Oigo
tambores lejanos
que
a lento paso van sonando,
porque
al Cristo van acompañando.
¡A
ese Cristo que es un Santo!
Todos
le van aclamando,
¡Gracias
Cristo de los Mineros!
por
tenderme tu mano,
aquel
fatídico día
que
en la mina perdí a mi hermano.
¿No
lo viste a él? o,
¿Quizás
quisiste llevártelo?
¿No
ves que me dejaste
en
un amargo llanto?
¿No
ves, qué solo me siento
y
no ceso de llamarlo?
Aquellos
días que los dos
a
la mina íbamos cantando,
con
nuestro casco en la cabeza
y
la barrena en la mano,
te
pedíamos a Ti
cuando
íbamos entrando,
que
si la mina se enfadaba
nuestro
amparo fuese tu regazo,
y,
¿qué pasó?
¿Tal
vez tu costado
creyéndolo
curado
se
desgarró en el esfuerzo
cuando
abrazar ibas a mi hermano?
Pues,
déjame
que te lo cure
y
me sienta resguardado,
que
mi familia espera en casa
que
mi sueldo le sea llevado.
Gracias
Cristo de los Mineros
aunque
a mi hermano te hayas llevado,
tal
vez me dejaste a mí
porque
mi alma estaba en pecado,
tal
vez quisiste Tú,
que
llenara de versos tu paso.
Guárdame
un sitio a tu lado
y
si puede ser con mi hermano,
que
te prometo que me iré
feliz
y limpio de pecado.
¡Viva
el Cristo de los Mineros!
Al Cristo de los mineros, publicada en:
REVISTA “LA VOZ DEL RESUCITADO”
REVISTA “LA VOZ DEL RESUCITADO”
SEMANA SANTA 2002 – CARTAGENA
COMPOSICIÓN, MAQUETACIÓN E IMPRESIÓN: LOYGA. ARTES GRÁFICAS
REGISTRO DE PROPIEDAD INDUSTRIAL: M-1702626(1)
DEPÓSITO LEGAL: MU-684-1992
Poesía, páginas 30 y 31
No hay comentarios:
Publicar un comentario